No son
como “ratatouille”
Ayer mí mamá decidió ir a casa
de mis abuelitos. Justo cuando íbamos abriendo la puerta los perros salieron
corriendo despavoridos, al parecer algo los había asustado bastante.
Pero nos llevamos una gran
sorpresa. Mi abuelito intentaba atrapar a un pequeño ratón que corría sin parar
por todo el patio. Debo admitir que al saber el motivo de porque los perros
huían, yo hice lo mismo. No supe ni como, pero termine arriba del auto de mi
tío.
Tales fueron mis gritos que
todos los inquilinos salieron para ver que sucedía. Todos cerraron ventanas,
puertas o cualquier huequito por el cual pudiera entrar el escurridizo ratón.
No podía dejar de gritar, mirar
a todos lados y patalear ¿como si ese pequeño bribón me fuera a alcanzar? Debí
de haber causado una que otra carcajada a los presentes.
Lo curioso es que más tarde en subirme al auto, que en lo que mi
mamá ya tenía una escoba en sus manos. En menos de cinco minutos se armó un
pequeño ejército para combatir a ese mounstro de cuatro patas.
Todos ya tenían en sus manos
escobas, jaladores y cuanto más se encontraron a su paso. En seguida comenzó la
intensa lucha de seis contra uno. El
ratón se encontraba en desventaja respecto a cantidad y audacia, pero no en
rapidez.
Todos gritaban: “a la derecha,
no mentira a la izquierda” “al otro lado, se fue para el otro lado” “¡chin! Ya se
te fue” “pégale, pégale” “ándale ahí ya lo tienes”.
Realmente era un caos todos
corrían de un lado a otro. Se escuchaba el eco de los escobazos chocando contra
el piso, pero sobre todo mis gritos.
De repente el ratón trepo por
un árbol. Soltaron un escobazo. ¡Chin! Brinca en el brazo de mi abuelito. En el
intento de quitárselo hace un baile medio raro (las cosas comienzan a ponerse
interesantes). Se sacude y un poco mareado caí el ratón. Todos corren. ¡Tras! El
escobazo final y muere la cosa peluda.
Fue una gran alegría. Pero lo que en verdad me
sorprendió: fue como mi mamá se transformó en un tipo tortuga ninja. Mínimo ese ratoncillo se llevo dos que tres golpes
proporcionados por ella.
Ahora entiendo porque siempre
le habló para que me salve de una que otra patona peluda o algún bicho escurridizo,
y porque no hasta del coco si es
posible. Ante este lío por cierto bastante gracioso, deje de
sentir simpatía por los ratoncitos. Es que hasta ahora descubrí que ninguno es
como ratatouille.
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