No podían faltar los malacopa
Todo
fue de un día para otro. Mis primos decidieron hacer una fiesta, nada más
porque se les dio la regalada gana. ¡Qué novedad! Como es su costumbre, me
pidieron ayuda para organizarla. Tenía que ser muy ingeniosa para lograrlo en
menos de 24 hrs.
Todo
fue más fácil de lo que esperaba. Todos cooperaron. Ya estaba todo: el sonido,
la comida y por supuesto el alcohol. A todos se les citó a las 21 hrs. Ya había
transcurrido más de media hora y nadie llegaba. Al parecer iba a ser un
completo fracaso (eso era lo que yo pensaba).
Pero en el momento menos pensado los invitados
comenzaron a llegar. La casa estaba
completamente llena. Pues bien dicen: “a la gorra ni quien le corra”. Había
gente que nunca habíamos visto. No me cabe ni la menor duda de que muchos
anduvieron de lengua larga.
En
fin, no creí que hubiera problema. Había gran variedad de alcohol, música y muy buen ambiente. Me la estaba pasando de lo
mejor. Bailaba y tomaba lo que más me agradaba.
Estaba
con algunas de las personas que más quiero: mi novio, mi hermana, mis primos y
mis amigos. No podía pedir más. Yo andaba del
tingo al tango. ¡Salud! por aquí
y por allá. Una bailadita de un lado y otra por el otro.
La
fiesta estaba en su máximo esplendor. Cuando de repente escuché gritar desesperadamente a no sé quién… “Paola, tu primo se está
peleando”. En ese instante sentí que caía un balde de agua fría sobre mí. Tarde
unos cuantos segundos en reaccionar.
No
lo podía creer: se estaba agarrando del
chongo con el primo de un amigo. El problema había sido que el susodicho
estaba de castrosito con la novia de
mi primo, porque según quería ser amable. Esa no era la realidad.
El
tipo esté estaba pasadito de copas, ya entrado en calor se empezó a poner un
poco cachondo, y agarró a la primera que encontró para saciar
sus necesidades. Estoy segura de que después
de unos cuantos cachetadones proporcionadas
por mi primo, se le quitó lo amable al muchachito.
No
supe ni en qué momento la peda se me
bajó. En ese instante todo se vino abajo. La casa estaba patas para arriba; el
refrigerador, vacío; dos muchachos, encerrados en el baño… ¿haciendo qué? Quién
sabe. Gente que quería entrar a la fuerza.
Fue
un gran lío solucionar todos los problemas y sacar a los extraños. Ese día
aprendimos una gran lección: no permitir la entrada a extraños, porque no sabemos
si resultarán ser unos malacopa.
• Mis primos decidieron hacer una fiesta, nada más porque se les dio la regalada gana. ¡Qué novedad!
ResponderEliminar• Como es su costumbre, me pidieron ayuda para organizarla.
• Tenía que ser muy ingeniosa para lograrlo en menos de 24 horas.
• […] pues bien dicen: “a la gorra ni quien le corra”.
• En fin, no creí que hubiera problema.
• La fiesta estaba en su máximo esplendor cuando de repente escuché gritar desesperadamente a no sé quién […].
• No lo podía creer: se estaba agarrando del chongo con el primo de un amigo.
• El problema había sido que el susodicho estaba de castrocito con la novia de mi primo, porque según quería ser amable. [Este "según" es muy de la lengua oral; ¿qué es "castrocito"?].
• El tipo este estaba pasadito de copas, y ya entrado en calor se empezó a poner un poco cachondo […]
• La casa estaba patas para arriba; el refrigerador, vacío; dos muchachos, encerrados en el baño… ¿haciendo qué? Quién sabe. Gente que quería entrar a la fuerza.
• Ese día aprendimos una gran lección: no permitir la entrada a extraños, porque no sabemos si resultarán ser unos malacopa.